BASADO EN HECHOS REALES
CCLXVI | TRABAJAS MUCHO, TODO Y MÁS? PUES DIME DE QUÉ PRESUMES…

Jose Manuel Hernando
Director Creatividad Estratégica ATREVIA
No me gusta la gente que presume de lo hasta tarde que se queda trabajando, la que parece que el mundo se acaba si coje vacaciones, o la que considera vago o irresponsable al que no responde un mail el fin de semana. Personas que odian los días de fiesta, que hablan de la ausencia de barreras entre lo personal y profesional, y que intentan argumentarlo con una agenda llena de reuniones. A ellos o más bien contra ellos, va este post. Veamos. Leamos…
Todos conocemos al típico o típica ansia viva que parece que va a heredar la empresa por la devoción, entrega y dedicación que muestra en su cometido, ya sea de relevancia alta, baja o mediopensionista. Para él, o ella, el día no le basta con sus 24 horas, y por eso no hace pausas ni para tomar café ni té, y realiza las justas y necesarias para satisfacer sus necesidades fisiológicas y nutricionales más básicas. Contesta y reenvía mails o whatsapp bien avanzada la tarde, noche o fin de semana para que todo el mundo vea que sigue al pie del cañón. Nunca le encontrarás en su sitio porque siempre está reunido o en tránsito entre una y otra, a las que por supuesto sistemáticamente llega tarde o no se presenta. Y sus conversaciones monotemáticas siempre giran sobre la cantidad de trabajo que tienen, lo poco que se lo reconocen, y lo torpes y dejados que son sus iguales o desiguales.
Antes de continuar y hacer que alguien se sienta ofendido, por supuesto no estoy hablando de los freelances, autónomos o propietarios que más por deber que por querer lo dan todo para no quedarse sin nada. A los trabajadores con responsabilidades peculiares no ceñidos a los conceptos laborales espaciotemporales del resto de los mortales. Ni por supuesto de los profesionales cuya actividad y responsabilidad les obliga a mantener un plus de alerta o actividad con carácter temporal o permanente. No, me refiero a esos tipejos de bragueta y revolcón que lo hacen mas por necedad que por necesidad y lo peor, implícita o explícitamente lo exigen al resto.
Curiosamente como pago a su dudoso compromiso, lo normal es que estos personajes sean reconocidos como mandos, y pobres de los que les toca ser mandados porque de ellos será el reino de los cielos. Y es que sufrir a un jefe workalcoholic (https://misterhello.com/xlv-puedes-ser-un-workalcolic/) es insufrible, pues su incapacidad manifiesta para delegar, dirigir, motivar o gestionar suele ser la causa principal de su problema. Además, como suelen tener la empatía de una ameba, tiende a confundir miedo con respeto, sometimiento con admiración y necesidad con afecto, y cuando la encuesta de satisfacción le tilda de tirano e incompetente, habla de traición. Y por supuesto cuando su gente se le va, porque se le va, hablan de flojera generacional. Todo un caso.

Foto Original:
Sin ser psicólogo ni más listo que Calisto, creo que la entrega laboral incondicional de estas personas o personajes no responde a una realidad profesional sino más bien a una irrealidad personal. Y aun a riesgo de resultar apedreado, me he lanzado a hacer un ejercicio de clasificación con menos ciencia detrás que las pulseras Rayma. Ahí vamos.
- Empiezo con el grupo más numeroso, el de los miedosos. Son profesionales que creen que si alguien sospecha que no tiene demasiado trabajo o que su aportación no es extraordinariamente relevante, se puede plantear prescindir de él. Y con carácter preventivo, se defiende.
- Seguimos con el siguiente por orden de importancia, el de los solitarios. Personas que, por separaciones, soltería, divorcios o lo que sea, hacen del trabajo su casa y de su casa el trabajo, porque allí solo les espera un gato, y es de escayola.
- En el extremo opuesto a los solitarios están los acompañados, también tristemente muy numerosos. Aunque por pura selección natural tienden a la extinción, se suele tratar de paters familia que prolongan artificialmente la jornada laboral lo suficiente como para justificar el fumarse los baños, las cenas y los cuentos de sus hijos, ignorando que voluntariamente están prescindiendo de lo más maravilloso de la vida.
- Por supuesto tenemos a los perfeccionistas absurdistas, profesionales obsesos de la excelencia que dan más vueltas a las cosas que un manco remando. Ellos nunca han entendido que lo mejor es enemigo de lo bueno y su obsesión, o inseguridad, o simple estupidez, les hace perder la noción del tiempo para casi siempre y al final, volver a la casilla de salida.
- Sin olvidar a los caóticos, incapacitados laborales con una capacidad infinita para complejizar el más sencillo de los trabajos y hacerles caer en un eterno y grácil bucle de ineficiencias, duplicidades, inconsistencias y absurdeces.
- Y terminamos esta breve pero intensa enumeración con el meritorio, ese tipejo o tipeja con ansias de poder que quiere demostrar su compromiso y valía echando más horas en el trabajo que el otorrino de Dumbo, y arrastrando en su cruzada a todo el que tiene a su alcance.

Una de esas memorabilias que corren por internet y que tanto uso damos, habla de cómo Henry Ford evaluaba a sus managers. Según cita la cita, les mandaba de vacaciones sin avisar y si el área funcionaba sin su presencia, es que era un buen manager. Suponemos que en caso contrario les invitaba a no retornar de sus vacaciones, pero no se menciona ese detalle. Esto que parece que nada tiene que ver lo del currar poco o mal lo tiene todo, pues la clave para rendir en lo profesional y no rendirse en lo personal, está en el equipo. En saber delegar y no abdicar. En ganarse su respeto, y no en pedirlo ni exigirlo. En entender que más que trabajadores, son personas. En empatizar antes de pedir empatía. En definitiva, en ser equipo en la prosperidad y en la adversidad, en la dicha y en la desdicha, en la salud y en la enfermedad, cuidando y respetando hasta que la vida os separe. Y amen.
Fíjate que yo siempre presumo de trabajar poco, no porque sea un gandul, un flojo o un irresponsable, sino porque creo que ni hay que vivir para trabajar ni trabajar para vivir. Hay que vivir y trabajar, y punto. Antes me daba cierto reparo hablar con tanta claridad pues la sombra de los yupis es muy alargada, y relacionar éxito laboral con trabajar muchas horas siempre ha ido intrínsecamente ligado. Por suerte cada vez hay más voces de las que vienen avaladas por sensatos estudios y experiencias, que hablan de invertir en management y procesos, y no en jefes y tiempo. Sí, no es nada nuevo pues se lleva hablando de metodologías agile desde los ochenta, pero parece que ahora de verdad más allá de contarlo en juntas de accionistas y memorias corporativas, se cuenta con hacerlo de verdad por una sencilla cuestión de mejora de la eficiencia y aumento de la competitividad. Pero de eso hablaremos en otro post…
Reitero, no me atrae para nada la gente que alardea de trabajar mucho, prefiero los que dando buenos resultados, dicen trabajar poco. Y es que siempre me acuerdo de Marin, mi BFF de la EGB que sacaba sobresalientes en casi todo asegurando que solo empollaba la noche anterior al examen. Y en el extremo opuesto Linzano, el típico empollón de mirada altanera que independientemente de que echara o no más horas a estudiar que Oliver en llegar a la portería (https://www.youtube.com/watch?v=CLM82tIn8L8), se jactaba de ello. Yo sabía que Marin no era ni más listo ni más brillante ni más hábil que el resto, sino que simplemente se organizaba mejor, y sabía contar con personas que le ayudaban. Nuestra amistad no sobrevivió a COU, pero su recuerdo me recuerda que si en el mundo laboral hubiera más Marines y menos Linzanos, todo iría mejor y además, lo pasaríamos mejor. Donde estás Marin? Qué ha sido de tu vida? Si lees este post, llámame…
Porque esto es misterhello y estamos para eso, para hablar de comunicación interna de una forma diferente. ¿Hablamos?