BASADO EN HECHOS REALES
CCXI | SIGUEN EXISTIENDO PREJUICIOS LABORALES PARA EL COLECTIVO LGTB?

Jose Manuel Hernando
Director Creativo ATREVIA Q&P
Hoy en día nadie en su sano juicio se declararía públicamente homófobo, ni mostraría el más mínimo rasgo de intolerancia hacia las preferencias sexuales digamos, distintas. Y parece que hemos dado pasos de gigante en esta materia, ya que todos nos abrazamos con fervor a defender el derecho a la autodeterminación sexual con lacitos, banderitas, pegatinitas y chapitas. Pero bajo esa manifiesta indulgencia social condescendiente se esconde una realidad laboral que recuerda lo cerca que están aquellos tiempos de ira y odio, y lo que nos queda por andar y desandar. Y sobre eso y algo más va este post. Veamos. Leamos…
Hace unos años se puso de moda lo de ser homofílico, que aunque sea parecido semánticamente al problema de coagulación de la sangre, nada tiene que ver con dicha enfermedad. Aunque la homofilia en su origen no significaba esto, se usó para definir las personas que declaran su abierta tolerancia a las distintas preferencias sexuales, dejando bien claro que la suya es la tradicional. Y como prueba de su tolerancia, por supuesto todos contaban entre su círculo selecto de amistades con un gay, por supuesto siempre hombre y por supuesto, tipo Jesús Vázquez. Y como prueba de su heterosexualidad, con él habían hecho cosas como compartir probador, cuarto o incluso ducha sin que por supuesto, pase absolutamente nada. Por supuesto. Y por supuesto, lo normal también es que algún componente del sexo femenino terminara la conversación con un “qué desperdicio”.
Y ese es el problema, que hay demasiados porsupuestos, Pero aunque todo esto sea una cuestión de pose o de poso, sí es verdad que hemos avanzado mucho en materia de igualdad de identidad de género, aunque queda mucho para que pasemos del porsupuesto al concerteza. Hagamos un poco de historia porque para esto igual que para aquello, España ha sido un poco peculiar. Durante la dictadura franquista directamente se encarcelaba a los homosexuales amparándose en la ley de peligrosidad social aprobada en 1954, y que sustituía a la de vagos y maleantes. No quedaba claro para quién o qué eran un peligro, pero era más que evidente que lo de salir del armario no era para nada recomendable. En un alarde de ingenio, en 1970 esta ley pasó a llamarse de peligrosidad y rehabilitación social, pues incluía la sorprendente idea de que era una enfermedad que se podía curar. Y no fue hasta la reforma legal de 1978 en que se retiró la homosexualidad como delito penal, y se abrió la caja de los truenos, pues cientos y miles fueron los que declararon abiertamente su oculta condición sexual.
Poco después vino la transición. Según el artículo 14 de la Constitución, todos los españoles somos iguales, sin discriminación por razones de nacimiento, raza, sexo, religión u opinión. Y como parecía que eso no dejaba muy claro si la igualdad incluía la elección de la preferencia sexual, en el año 2000 y curiosamente con el gobierno de Aznar, se firmó una directiva para no discriminar laboralmente a las personas por su orientación sexual. Su objetivo era establecer un marco general que garantizara la igualdad de trato en el empleo y la ocupación de gais, lesbianas, bisexuales y transexuales. Unos años después y bajo el gobierno de Zapatero, se aprobó la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, lo que supuso un paso de gigante en la normalización de la condición sexual de las personas en cualquier entorno. Y así de golpe, España entró a ocupar los primeros puestos del ranking de países guays gays, para escándalo de abuelitos y abuelitas de mente. Y unos cuantos años más y unas cuantas siglas más, la realidad actual es que aunque soplan vientos de poniente que traen nubarrones oscuros con olor a podrido, el movimiento LGTB forma parte de la normalidad social, aunque lamentablemente, no se puede decir lo mismo de la realidad laboral.

Cartel película «Boys don’t cry»
1999
Kimberly Peirce
Antes que nada y para no herir susceptibilidades, decir que si no utilizo de forma adecuada los conceptos, siglas, definiciones o denominaciones en este post pido disculpas anticipadas pues todo esto es tan complejo, variado, cambiante y está tan cargado de eufemismos, que es imposible hablar con propiedad sin molestar a nadie. Y hecha esta aclaración, paso a presentar los datos de un informe publicado en el 2020 por UGT bajo el título “La discriminación de las personas LGTB en el ámbito labora en España; Hacia centros de trabajo inclusivos”. Este informe, que se elaboró a partir de una encuesta realizada sobre una muestra de más de tres mil personas, dan unos resultados cuanto menos curiosos…
– El 90% consideran que su orientación sexual o identidad de género es “un inconveniente” para encontrar trabajo.
– El 86,6% estimó necesario ocultarlo en el proceso de selección.
– El 40% aseguran haber sido rechazadas en entrevistas por su orientación sexual.
Y si hablamos de cómo se sienten y con lo que se encuentran en el entorno laboral, los datos también son cuanto menos significativos…
– El 62% considera necesario ocultar su orientación sexual en sus interacciones profesionales.
– El 86% ha escuchado alguna vez chistes o comentarios homófobos o tránsfobos, o rumores acerca de su orientación sexual o la de alguna otra persona, y un 31% los escucha con mucha frecuencia en sus trabajos.
– Un 20% considera que en sus propias empresas no existe igualdad de oportunidades laborales para las personas LGBT.
El tema se agrava en el caso de las personas trans, sobre todo mujeres, ya que según este estudio el 80% están excluidas del mundo laboral y, en caso de acceder a un empleo, es de una precariedad que roza lo inmoral, ilegal e irracional. Los hombres trans no corren mejor suerte, siendo prácticamente imposible que se desarrollen laboralmente más allá del mundo del espectáculo o la prostitución.
Es por ello que no me extrañe que a pesar de vivir en un país supuestamente avanzado en materia de igualdad sexual, el 72% de las personas LGBT no hayan declarado su condición sexual en el trabajo, aunque sí en su entorno personal. Y creo que las razones además de la merma de posibilidades de desarrollo profesional, está el miedo a las burlas, al rechazo, o incluso la reticencia a compartir espacios de trabajo común. Porque trabajo no solo es el de las oficinas, sino también el que exige compartir espacios como cabinas de camión, vestuarios o habitaciones comunes donde muchas personas de moral tradicional pueden sentir una agresión seria a su moral el convivir con personas de distinta orientación sexual.

Siempre me ha resultado curioso lo de dar tanta importancia a la libre elección sexual, ya que como dijo alguien que ni recuerdo quién ni dónde ni por qué, “es raro que algo que dura diez minutos, condicione toda tu vida”. Recuerdo una experiencia pasada en que por avatares de la vida me dediqué a dinamizar y amenizar fiestas nocturnas para una gran marca de bebidas espirituosas. Como parte de mi trabajo, debía conocer y profundizar en el submundo nocturno, y me vi conducido a través de la oreja de David Lynch a un universo desconocido que más allá de la sordidez, me sorprendió por lo poco que se alejaba del diurno. Muchas de las personas con las que traté en aquel entonces, no tenían digamos, una inclinación sexual convencional, y como lo de la noche da para mucha noche, intimé con muchos y muchas sin por supuesto por supuesto, pasar nada ni a mayores ni a menores. Uno de ellos que se presentaba como “Demonic” era abogado de familia y de familia de abogados, y a pesar de ser uno de los primeros de su promoción y tener todos los contactos familiares posibles, nunca consiguió ejercer su profesión. No fue el único. En esos años locos traté con muchos tipos de personas y talentos en ciernes que compartían o partían del fracaso laboral por su condición sexual. Y a su manera, muchos de ellos cambiaron mi forma de ver la vida.
Porque es verdad que igual que sin darnos cuenta caemos en micromahcismo inconscientes, lo hacemos con microhomofobismos conscientes. Sé que no vivimos en un mágico mundo de colores donde todos vamos a avanzar abrazados hacia el arco iris, pero me gustaría pensar que más allá de los golpes de efecto político, esto de la discriminación laboral por cuestiones de sexo deberia formar parte del pasado. Y no pienso en vencer ni convencer, sino sólo en respetar. Respeto. Porque por ejemplo nunca he entendido esa fijación de algunas personas por tratar la homosexualidad como una debilidad, sin mencionar los que siguen pensando que es una enfermedad. Pero bueno, tengo esperanza en que igual que no discriminamos en el entorno laboral a las personas por tener los ojos azules o negros o por usar zapatillas, zapatos o mocasines, llegará un momento en que la condición sexual sea algo completamente accesorio. Aunque insisto en que los vientos de poniente asustan y apestan…
Dicho lo dicho, creo que laboralmente nos queda mucho por hacer para llegar a una igualdad real, y no me cabe duda que para ello hay que normalizarlo en el entorno personal, pero de verdad. Y eso pasa por educar social y culturalmente. Creo además que la lucha no pasa por ofrecer una versión exagerada de su libertad de elección sexual, exigiendo cosas para las que ninguna sociedad racional estará nunca preparada, y defendiendo posturas intransigentes que de puro absurdo, dan la razón a los de la España que bosteza. Luchas como la de la igualdad de género o el edadismo son reivindicaciones justas pero de largo recorrido, pues cambiar sociedades es trabajo de mucho tiempo. Proyectos como ADIM que ofrecen distintas propuestas para promover la inclusión de la diversidad sexual y de identidad de género en empresas y organizaciones están muy bien, pero no son suficientes. Los centros educativos deberían educar en la tolerancia, el respeto y la igualdad, más allá de las críticas de adoctrinamiento con que se pretenden anular estas iniciativas escolares. Y desde las empresas además de fomentar la promoción de entornos laborales inclusivos, no se debería discriminar en los procesos de selección a personas por su condición sexual. Nos queda mucho por andar y negando la evidencia no solucionamos nada. Pero bueno, hay que ser optimistas pues aunque lento, el avance es firme y eso nos da esperanza. O eso me gusta creer…
Porque esto es misterhello y estamos para eso, para hablar de comunicación interna de una forma diferente.¿Hablamos?