SOBRE COMUNICACIÓN INTERNA
CIV | RUMOROLOGÍA; UNA HISTORIA DE BULOS, BILIS, BOLAS Y BOBOS

Jose Manuel Hernando Llorens
Director Creativo Ejecutivo Aleggria Comunicación
Tanto dentro como fuera de las empresas, la rumorología es tan vieja como la humanidad misma, y desde que internet ha tomado el mando de nuestras vidas, su poder destructivo se ha multiplicado de forma exponencial. En este post voy a hablar del formato de rumorología más dañino al que se puede enfrenta una compañía, el bulo, y una forma de cuestionarlo.
Rumorear es algo natural, y parece que a todo el mundo le gusta. Con mayor o menor grado de mala intención, la rumorología surge como necesidad para llenar huecos de conocimiento o como mecanismo de defensa para ocultar carencias, rencores o envidias.
Yo he pasado la mitad de mi vida laboral en grandes compañías donde chismorrear de todo y de todos era deporte nacional. Cierto es que en la mayoría de las empresas donde he trabajado la transparencia no era precisamente su principal fortaleza, pero sorprendía ver cómo cualquier comentario de cafetería tenía más credibilidad que todos los comunicados oficiales de dirección juntos.
Pero no quiero entrar en valorar las causas o efectos producidos por la ausencia de información casi siempre con tintes catastofistas, sino que prefiero centrarme en un formato de rumor que sin duda ocupa la posición más baja de la escala del infundio; el bulo.
Por bulo se entiende la creación malitencionada de una noticia falsa que se difunde con el objetivo preciso de perjudicar a una persona o grupo de personas. Para que un bulo sea efectivo no hay que ser excesivamente creativo, pues la clave de su éxito está en tener algún elemento morboso, y citar su origen de alguna fuente fiable. Un bulo puede ser una verdad a medias o una mentira entera. La facilidad para comprobar su verosimilitud no es un problema pues la mayoría de la gente no quiere que la verdad estropee una buena historia.

Foto Original:
Cartel película «El Bola»
2000
Achero Mañas
Un bulo mal intencionado y bien lanzado puede acabar con la carrera de un profesional o minar la credibilidad de un equipo de trabajo. Para evitar en la medida de lo posible su creación y propagación, propongo un método de control de veracidad que propuso un personaje histórico hace casi 25 siglos, pero que sigue estando más vigente que nunca. Hablo de Sócrates y su famosa teoría de las tres preguntas clave. Que dice algo así…
Estaba Sócrates en el Gimnasio, lugar desde el que acostumbraba a platicar con sus discípulos, cuando uno de ellos con el objetivo de ganarse su simpatía se le acercó para contarle un “chisme” de otro compañero. Antes de dejarle hablar, Sócrates le preguntó sobre la conveniencia de someter su historia a las tres preguntas clave. El discípulo aceptó y Socrates lanzó la primera pregunta.
¿Te consta porque así lo has comprobado, que lo que me vas a contar es completamente cierto? No, respondió el discípulo. Pero está en boca de todo el mundo, y tiene toda la pinta de serlo.
Es decir, que no solo no lo sabes sino que ni siquiera cuestionas su veracidad.
Segunda pregunta clave, continuó. ¿Lo que vas a contarme es algo positivo hacia la persona de la que me vas a hablar? Por supuesto que no, dijo el discípulo, entonces no lo comentaríamos todos.
A ver si lo entiendo, replicó Sócrates. Me estás diciendo que vas a hablar mal de alguien sin ni siquiera saber si es cierto, y no te importa ni la verdad ni esa persona…
El discípulo cada vez más avergonzado empezó a arrepentirse de su atrevimiento, y empezó a agachar la cabeza hacia su túnica de lino. Pues aquí va la tercera pregunta clave, dijo Sócrates. Lo que me vas a contar de esa persona, es provechoso para alguien? Sinceramente creo que no, reconoció derrotado el discípulo.
Pues entonces, si no sabes si es verdad, si incluso siéndolo no es nada positivo para esa persona, y si ni siquiera se puede sacar una lección aprovechable para nadie, entonces, por qué me lo cuentas?
Hasta aquí la historia. Igual es una locura pero si cada vez que escuchamos un bulo destructivo sobre un compañero, un jefe o un área lo sometiéramos a las tres preguntas clave de Sócrates, otro gallo laboral nos cantaría. No?
Porque esto es misterhello y estamos para eso, para hablar de comunicación interna de una forma diferente.¿Hablamos?