BASADO EN HECHOS REALES
CCXXXVI | FELIZ COVIDAD (E IGNOTO AÑO NUEVO)

Jose Manuel Hernando
Director Creativo ATREVIA
Llega la navidad, y desde luego no tiene sabor a mazapán. Porque un año más el covid se ha empeñado en amargarnos estas fiestas, y echar la culpa a la incompetencia de los dirigentes o a la irresponsabilidad de los dirigidos nos deja más agusto, pero no sirve de nada. En estas fechas tradicionalmente o hago un repaso del año que cerramos, o aventuro las vicisitudes del que abrimos. Pero como ni entiendo qué ha pasado en el ayer ni comprendo que va a pasar en el mañana, voy a empezar con el hoy y a ver como acabo. Veamos. Leamos…
Aquí estoy, otra vez postrado en la cama con la bicha o como dice Salvatore Roncone, con mi Rusca. El dónde la he cogido es lo de menos y está de más. Simplemente aquí está y aquí estoy, y en el día de mi cumpleaños y a uno de mis vacaciones. Y encima no me ha tocado la lotería aunque bueno, amor por lo menos me queda, aunque sea propio. Y no me hace gracia porque nunca es buen momento para estas cosas pero ahora, precisamente ahora. Qué mala pata, que dice un pato. Pero bueno, volvamos a las realidades y no a los sueños de unas noches de verano.
Y es que todos pensábamos que ya habíamos pasado lo peor y que esto, solo debía ir a mejor. Pero no. Como dice un dicho que podía ser popular pero que me acabo de inventar, cuando crees que has tocado fondo, va el suelo y se hunde. Y aunque en el 2022 nos las prometíamos muy felices, no desestimo lo de la invasión alíen o la pandemia zombie visto como empezamos el pasado año. A mi de momento me toca hibernar en mi cueva, porque esa es la condena que me ha puesto la Consejería de Salud de mi comunidad a través de mi médico. Y la cumpliré con resignación, porque está claro que esto no es una cuestión de justicia. Pero vayamos a lo nuestro.
Durante todo este 2021, en el entorno laboral hemos ido como Ricky Martin; un pasito pa lante y otro pa tras. Y es que lo hemos pasado corriendo como pollos sin cabeza para ajustarnos a unas medidas más propias del testamento de un loco que de un país del supuestamente primer mundo. Y es que en cuanto se pudo, muchas empresas abrieron sus puertas para hacer que todos volvieran usando más el palo que la zanahoria. Y todavía se preguntaban por qué estaban más cabreados que una mona. Y es que el protocolo de salud propiciaba ridículas situaciones como quedar en la oficina para pasar todo el día en reuniones virtuales, viajar en metros atiborrados para llegar a un espacio de trabajo con mesas a dos metros de distancia, o crear sofisticados sistemas de turnos de comida para que todos acabaran haciéndolo en su mesa. Sin hablar de las famosas burbujas, que como concepto teórico está muy bien, pero que no lo han cumplido ni los de Freixenet…

Cartel película «Misión imposible contra la mafia»
1969
Paul Stanley
Pero bueno, con tantas penas como glorias hemos ido pasando este loco año llenando terrazas como si se acabaran de inventar, y pasando al interior porque ya hace un poco de fresquete. Y desde allí dentro criticamos la irresponsabilidad de los otros de estar consumiendo sin mascarilla, consumiendo sin mascarilla. Lo de la paja en el ojo ajeno, ya sabes. Y a medida que se acercaba el final de año nos hemos desmelenado y para regocijo del sector de restauración, todas las empresas se lanzaron a recuperar el tiempo perdido y organizar fastuosas cenas con fiesta incluida, para olvidar los amargores y sinsabores de las pasadas navidades. Y cual Cenicienta, al sonar las doce campanadas el sueño se acabó, y venga a cancelarlas. Y el zapatito de cristal? pues las ong’s a las que se ha destinado el importe no gastado, que algo positivo ha de tener todo esto, no?
Y es que igual que somos empáticos para la euforia, lo somos para el miedo, y ahora lo que toca es eso, tener miedo. Y por eso no solo se han cancelado las cenas de empresa, también lo han hecho muchas de las de familia. Y otra vez los abuelos a cenar solos, aunque como dicen ellos, lo mismo que el resto de noches del año. Y ahora toca la locura de los test de antígenos, que como pasó con las mascarillas, han vendido la piel oso antes de cazarlo. Y claro, ahí salen los espabilados que triplicando en varios puntos el concepto de latrocinio, cuadruplican su precio en menos de una semana. Y aunque sea a los farmacéuticos a quien se está demonizando, parece ser que son las farmacéuticas los malos de la película. Y es que creo que hay cosas que la ley de la oferta y la demanda no debería justificar, pero bueno, luego vendrá lo de las crisis de reputación, y vuelta a empezar…
Pensando en todo esto, no sé si muchas personas están utilizando lo del miedo como excusa para no celebrar la navidad con sus compañeros y familiares, pues antes de la pandemia muchos reconocían abiertamente que iban porque había que ir. Y es que aguantar a tu jefe o a tu cuñado no es algo que se pueda pagar ni con todos los langostinos del mundo. Y decir que te importa mucho la salud de tus abuelos compartiendo una litrona con los colegas por supuesto sin mascarilla, pues como que no es muy creíble. Y ese mismo uso interesado del miedo no me cabe duda será uno de los argumentos para no volver cuando algunas empresas vuelvan a sacar el palo y la zanahoria.

Pero no olvidemos la realidad, y es que nos guste o no el virus está aquí. Y aunque muchos sigan pensando que este es como otros pero con más marketing, que epidemia y pandemia es lo mismo, o sencillamente negándolo todo, los datos son los datos, y lejos de terminar, esto no ha hecho más que empezar. Ahora vamos por la letra E, que llamamos Omnicrom porque Eta suena muy mal, pero no me cabe duda que llegaremos a la variante Omega, y daremos la vuelta al marcador. Y el problema es ese, que no somos capaces de admitir esta realidad, y pensamos que volver a lo de antes es cuestión de tiempo. Pero no, nada volverá a ser lo de antes, por suerte para algunas cosas y por desgracia para otras. Es por eso que aventurar lo que pasará el año próximo es una misión tan imposible como entender el Códice Voynich.
El mundo está cambiando muy rápido, y el entorno laboral también, aunque no a la velocidad que debería. La brecha entre personas y sus compañías cada vez es mayor, porque hay una desconexión bestial entre derechos, deberes, intereses y preferencias de unos y otros. Es por ello que uno de los sectores que más van a evolucionar en los próximos tiempos va a ser recursos humanos, teniendo a la digitalización y la comunicación como sus dos grandes aliados. Y es que se ha invertido mucho dinero, tiempo y esfuerzo en que las personas confíen en las empresas para las que trabajan, y cuando se ha pedido lo contrario, no han sabido responder. Ahora toca recuperar esa confianza adaptando procesos, canales, mensajes y tecnología a la nueva realidad.
Y para terminar, no voy a decir cómo creo será el mundo laboral en el 2022, pero sí me voy a aventurar en cómo no será. El metaverso no lo petará. El formato híbrido no se generalizará. No aprenderemos a optimizar nuestras reuniones virtuales. No volverán los eventos presenciales. No sabemos hacer un uso racional de cada canal. Se dará menos importancia a la retención que a la captación de talento. Y así mojándome diré que el compliance, la sostenibilidad y la revisión del relato será lo que lo pete. Pero bueno, el tiempo lo dirá. Y me despido no sin antes dejarte un link con la esperada felicitación navideña de misterhello en el que hablo de todas esos deseos que el año próximo, tampoco cumplirás. Pues eso, que felices fiestas o lo que sea. Nos vemos el año próximo y como decía Miguel Rios, gracias por estar ahí.
Porque esto es misterhello y estamos para eso, para hablar de comunicación interna de una forma diferente.¿Hablamos?