BASADO EN HECHOS REALES

CCXXIV | ES POSIBLE O CONVENIENTE LA REDUCCIÓN DE LA JORNADA LABORAL EN DÍAS U HORAS?

MISTERHELLO
Jose Manuel Hernando

Director Creativo ATREVIA CU&PE 

Trabajar 40 horas 5 días a la semana es una de las realidades que se han visto cuestionadas en los últimos años. La decisión del gobierno de ser punta de lanza y revisar esta verdad absoluta se ha visto paralizada por la pandemia, pero el debate ya se ha abierto. En este post vemos las ventajas y desventajas de mantener o evolucionar esta idea, y apuntamos maneras sobre su necesidad o necedad. Veamos. Leamos…

En los años 30 en plena depresión económica, Keynes vaticinó que en un siglo el crecimiento económico iba a ser tan grande que las personas podrían cubrir sobradamente sus necesidades vitales, trabajando tan solo tres horas al día. Con un poco más de margen, esta idea la apoyaban filósofos como Bertrand Russell que afirmaban que “cuando esto suceda, habrá felicidad y alegría de vivir, en lugar de nervios gastados, cansancio y dispepsia”. Nos faltan unos años para cumplir el plazo, pero ya podemos intuir que la parte del discurso de mejora del nivel de vida se ha cumplido en la mayor parte del primer mundo, pero lo que viene siendo el trabajar menos es evidente que no, pues llevamos más de un siglo aumentando la eficiencia y rentabilidad del trabajo, pero sin reducir las horas que los trabajadores dedica a ello.

Voces a favor y en contra de revisar este concepto las hay de todo tipo de gustos y colores. Desde un Elon Musk que asegura sin sombra de duda que “nadie ha cambiado el mundo trabajando solo 40 horas a la semana”, hasta el visionario Bregman que dice “una semana laboral más corta podría reducir a la mitad las emisiones de dióxido de carbono”. Según Bergman la reducción paulatina de la jornada laboral se pervirtió durante los años 80 cuando muchos trabajadores sumaron horas extras a su jornada. La remuneración por esta ampliación de horario prácticamente ha desaparecido en la actualidad, pero no su uso o más bien, abuso. Hablemos un poco ahora de la historia de esta historia de la horas necesarias para que un trabajo sea considerado como tal.

Durante la revolución industrial en la Gran Bretaña del siglo XIX, las jornadas laborales eran de entre 12 y 16 horas a la semana, los siete días de la semana. Robert Owen fue el primero en empezar a hablar de jornadas laborales más humanas, y que se resumían en la idea de 8 horas para trabajar, 8 horas para dormir y 8 para vivir. Este revolucionario concepto que implementó con éxito en sus empresas y colonias, hicieron que pocos años después se instaurara la jornada laboral de 10 horas diarias en Gran Bretaña. Al poco se traslada a otros países como Francia o Estados Unidos, donde pocos años más tarde Henry Ford adoptaría además la semana laboral de cinco días. Esta fue una de las principales razones del nacimiento de la sociedad de consumo pues a más tiempo de ocio, más tiempo de gasto…

jornada laboral
Foto Original:

Cartel película «El increíble hombre menguante»

1957

Jack Arnold

La primera vez que se habla en nuestro país de una jornada laboral de 8 horas diarias fue en el siglo XVI durante el reinado de Felipe II quien preocupado por la salud laboral de sus súbditos, decidió regular este horario a trabajadores cuya labor se realizaba con exposición al sol. Los resultados positivos de este experimento animaron a ampliarlo a sectores como la minería, pero no fue mucho más allá. Habrá que esperar a los albores del siglo XX para que una cadena histórica de huelgas motivara la creación de una ley que estableciera en 8 la horas laborables diarias. Y en eso, también fuimos pioneros…

Creo sinceramente que más de un siglo después y viendo que tan solo un 10% de la población mundial supera las 50 horas de trabajo semanal, aunque en países como Estados Unidos, Japón, Australia o Nueva Zelanda hablemos de un 20%, debemos volver a ponerlo sobre la mesa. La cuestión es que en esto, tampoco nos podemos de acuerdo pues las teorías neoliberales de ampliación de la jornada laboral para aumentar la prosperidad económica chocan frontalmente con las de los progresistas que consideran beneficioso su reducción ya que además de positivo para las personas, no supone una merma real en la productividad.

La realidad es que vistos algunos casos que se han producido sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, todo apunta a que efectivamente la reducción de la jornada es posible e incluso recomendable, aunque no siempre es así. Hablamos por ejemplo de la famosa semana laboral de 3 días que impuso Gran Bretaña a finales de los 70 por la crisis del petróleo, y que a pesar de que las pérdidas de producción distaban mucho del 40% esperado, la idea no tuvo continuidad. O del éxito del acuerdo obtenido en 1996 con el gobierno portugués para reducir en 4 las horas laborables semanales. Y en el reverso tenebroso, la nefasta reducción del sector del metal de los años 80 en Alemania o el acortamiento de 39 a 34 horas semanales impulsado en los 90 por el gobierno francés, ambas iniciativas con desastrosos efectos para la economía.

jornada laboral

Hace unos meses se empezó a hablar en España de una experiencia piloto para acortar a 32 horas en 4 días la jornada laboral, reducción que parece que ya están probando con éxito muchas compañías como la multinacional Unilever. En plena pandemia y con la inestabilidad latente del mercado laboral, el plan que contaba con una inversión de más de 50 millones de euros fue postergado a tiempos mejores, puesto que tampoco era plan de pegarse un tiro en el pie de forma tan gratuita. Hasta que no se resucite no sabremos como funcionará, pero experiencias similares demuestran que además de mejorar el bienestar emocional de las personas, reforzar el engagement y potenciar la atracción de talento, las empresas que lo han probado hablan de reducción del absentismo, aumento de la implicación, descenso de la rotación…

Yo personalmente creo que no estamos preparados para afrontar un cambio de estas características, y me explico. La cultura presencial es un vergonzoso mal endémico que nos caracteriza y condena desde mucho antes de la pandemia. Y es que una de las obsesiones de los empresarios, mandos y directivos de nuestro país es tener el control sobre los trabajadores para contar como mínimo con el mismo número de horas por las que les pagan. La ley de mayo del 2019 les tranquilizó al obligarnos a registrar con mayor o menor grado de sofisticación las entradas y salidas del centro de trabajo, aunque obviaba nuevas dinámicas laborales como el teletrabajo o la flexibilidad horaria. La dificultad o imposibilidad para controlar de forma fiable a los trabajadores en tiempos de pandemia ha sido el motivo no reconocido más popular para obligar a las personas a retomar el trabajo presencial. Yo no puedo dar mi opinión sincera sobre esto pues aunque no estoy de acuerdo con el control mediante la vigilancia in situl, soy consciente que en el reverso de la moneda están los “jetas” que han visto esto de la pandemia como un momento óptimo para experimentar con la ley del mínimo esfuerzo.

Y dicho todo esto digo, y me desdigo de muchas cosas dichas. No caigamos en patanatadas y engañuflas como la jornada laboral de 4 horas. puesto que solo sirven para hacer que lo cumpla el autor del libro. Pero aunque creo que de verdad hay que revisar el horario de la jornada laboral tanto cualitativa como cuantitativamente, no creo que deba de ser pan para todos, pues no es igual por ejemplo reducir o flexibilizar la jornada de una personas vinculada al sector comercio, a la producción en serie o a la atención al público, que a otra que programe, diseñe o construya. El cambio ha de ser cultural y la duda no debe ser si entiendo las nuevas formas de trabajar, sino cómo las afronto. Como decía en el post anterior, esto no es una historia de nosotros y ellos o de los de arriba y los de abajo sino de los que piensan y los que actúan. A ver si pasa esto de la pandemia y se vuelve a resucitar la idea, pero de una forma realista, posible y duradera.

Porque esto es misterhello y estamos para eso, para hablar de comunicación interna de una forma diferente.¿Hablamos?

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