PENSANDO PENSANDO

CCLVI | SINCERIDIO, O COMO DECIR LA VERDAD EN COMUNICACIÓN PUEDE SER SUICIDA

misterhello
Jose Manuel Hernando

Director Creativo ATREVIA 

La verdad no siempre es lo mejor ni lo más cómodo ni para quien lo dice ni para quien lo escucha. Como decía AL Gore, la verdad suele ser incómoda. Si hablamos de comunicación, no decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad es tolerable, siempre y cuando no se mienta. Y de reflexionar sobre esto y por supuesto desde el máximo respeto por la comunicación y los comunicadores, va esto. Porque sincerarse en exceso puede resultar ser un auténtico sincericidio. Veamos. Leamos.

Desde niños nos dicen que mentir es malo, pero nos lo dicen los mismos que nos engañan con los reyes magos, la reproducción sexual o el hombre del saco. Con los años nos convertimos en ellos y con el mismo cuento y copla perpetuamos la mentira en los nuestros. Y para justificar nuestro injustificable engaño, lo cubrimos con el barniz de lo que a alguien con más cara que espalda le dio por llamar «mentiras piadosas”. Y es que la verdad no siempre es el mejor camino porque como decía Al Gore, puede resultar incómoda.

En comunicación el concepto verdad es un poco relativo y por eso a veces dicen que somos unos mentirosos, pero no es así; Faltar a la verdad y mentir son cosas muy distintas. No es lo mismo el vaquero de Marlboro que con su silencio no evidenciaba que fumar es malo, que el médico de Camel que aseguraba que era bueno. Ahora en los paquetes se anuncia con claridad que mata, pero no lo dice la marca de tabaco, sino las autoridades sanitarias. Si fueran ellos sería un sincericidio en toda regla…

Según la famosa matriz de Cipolla, alguien que dice siempre la verdad es un estúpido pues no solo hace daño a los demás, sino que además se lo hace a sí mismo. Sería una estupidez que salvo requerimiento legal, un refresco con sabor a limón destacara en su etiqueta su escaso 15% de contenido esa fruta, que un medicamente resaltara que una de cada cien mil personas puede sufrir vértigos o mareos, o que un banco anunciara a bombo y platillo que si no pagas, se quedan con tu casa. No estoy diciendo que no se cuente, pero para eso inventamos la letra pequeña, no?

sincericidio

Foto Original:

Cartel película «Lo que la verdad esconde»

2000

Robert Zemeckis

El famoso dicho “no dejes que la verdad estropee una buena historia” es un poco bestia, pero es bastante cierto. Verdades solo dicen los borrachos, los locos y los niños, pero el resto de los mortales mentimos, mentimos mucho, y lo hacemos para hacer más atractiva nuestra realidad. Según un estudio de esos que están en el internet, cada persona falta a la verdad de forma consciente un mínimo de doce veces al día, y poco me parece. Porque sí, de esto va, de parecer. Y para parecer más apuestos, más ricos, más divertidos, más interesantes, más altos o más inteligentes, mentimos. Esto es así, y quien diga lo contrario miente. Y las marcas, juegan a lo mismo.

Si vamos a la etimología de la palabra, «se entiendo por verdad la correlación entre lo que se sabe y lo que se dice«. Hay verdades universales como que el sol sale por la mañana, que la tierra es redonda o que el agua moja, pero en comunicación la verdad es algo relativa. Al final del post te hablo de otro tipo de verdades universales. Y es que, como el bajo de los pantalones o el largo del pelo, los mercados se mueven por momentos. El azúcar, los plásticos, la maicena, las chuches, el calcio 20, la leche entera, el método Milton o cientos de productos más que formaron parte de nuestra infancia, ahora no nos dejan acercarnos a ellos ni con un palo. ¿Llevan años mintiéndonos? No, sencillamente es que hay una verdad para cada momento, y un momento para cada verdad.

Y hablando de verdad, hay algo muy real y presente en nuestra realidad y es la comodidad de acomodarse en la mentira. Hablo por ejemplo de determinadas marcas de alimentos que conscientes de que su ingesta no es precisamente lo más saludable del mundo, sus consumidores se han inventado ese término que tanto me gusta de “consumo de indulgencia”, y que básicamente consiste en levantarnos un poquito la mano y permitirse un caprichin. O, por ejemplo, a pesar de que es más que una sospecha el que las famosas marcas de ropa lowcost online incumplan todo tipo de normativas laborales, fiscales y sostenibles, no nos interesa la verdad porque nos gusta comprar ropa baratita. Y por supuesto, aunque somos plenamente conscientes de que un lazito de cualquier color prendado en nuestra solapa es más falso que una pelea de power rangers, nos lo ponemos porque molamos mucho más. Qué se le va a hacer, somos así…

sincericidio

Y es que seamos sinceros, no nos gusta la verdad. No queremos que el portero de nuestra finca nos vea por la mañana y nos informe cada vez ganamos más kilos o perdemos más pelo. No nos apetece contar las calorías que nos metemos cada vez que devoramos un bollo, ni las horas de gimnasio que necesitamos para eliminarlo. No nos interesa conocer el tiempo que tarda en descomponerse el plástico que protege nuestra hortaliza superecológica y supersotenible. No miramos la letra pequeña de los microcréditos para no pensar en que aunque lo parezca, no nos están regalando el dinero. Ni nos resulta interesante pensar que por mucho que nos untemos con cremas adelgazantes, si solo hacemos eso, el michelín va a seguir estando ahí.

Decía Jessica Rabbit que ella no era mala, solo que la habían dibujado así. Nosotros los comunicadores tampoco somos los malos de la película, es el mercado el que nos hace ser así. Y es que como en la vida real, decir la verdad en comunicación no es necesariamente lo más adecuado ni para el que lo dice, ni para el que lo recibe. Por suerte al igual que los médicos, los sacerdotes o los abogados, nosotros tenemos un código deontológico que, aunque nos permite no decir la verdad, nos impide mentir. Y aunque se nos tache de cínicos, considerémonos unos mentirosos piadosos, ya que solo buscamos mostrar la mejor versión de cada producto o servicio. Porque de verdad creo que en comunicación, no hay por qué sinceridarse para decir la verdad. ¿Verdad?

Y termino con un estracto de una canción de Ojete Calor en el que habla de verdades universales que nadie cuestiona. El blanco combina con todo. La natación es el deporte más completo. La gente más humilde es la más generosa. Los animales son más listos que las personas. La dieta mediterránea es la más sana. Las mejores baladas son de grupos heavy. Los gays son supersensibles. Todas las modelos son tontas. En España se hace el mejor doblaje. Los más radicales con el tabaco son los exfumadores. Barcelona es muy cosmopolita. Lo que pinta Miró lo puede pintar un niño. Me gusta el cine de verdad, no el de bombas. Si no tienes celos es que no le quieres de verdad. Los niños de hoy no saben jugar. La tele atonta. El rey es campechano. Los Rolling Stones son incombustibles. Yo creo en dios, pero no en el de la Iglesia. El rock ha muerto. Y cienes y cienes más… Qué importa que sean o no verdad?

Porque esto es misterhello y estamos para eso, para hablar de comunicación interna de una forma diferente. ¿Hablamos?

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