DESDE LA AGENCIA

CCLI | ES VIERNES. SON LAS TRES Y UN MINUTO. LO COJO?

misterhello
Jose Manuel Hernando

Director Creativo ATREVIA 

Está claro que es difícil resistirse a un imposible de un cliente si te pone ojitos, y es que a veces los lazos que se establecen en entre ambos lados de la mesa son preocupantemente poderosos. Lo malo es trasladar esa decisión fruto de la pasión a los colaboradores internos implicados en el proyecto, no tan propensos a ceder con una caidita de pestañas. Y es ahí donde te la juegas, porque el equilibrio entre que te sigan viendo con buenos ojos o que deseen ponértelos morados es complicado. Y entre la máxima asertividad y la completa negatividad hay una amplia gama de sís y de peros. Mezclando realidad ficticia y ficción realizada, planteo esta situación por la que con mayor o menor grado de acierto todos hemos pasado. Veamos. Leamos.

Viernes, a apenas cinco minutos de las tres de la tarde. Aceleras con la esperanza de que hoy sí, de verdad, vas a desconectar a la hora y comer tranquilamente viendo el último capítulo de Stranger Things. Como en casi todos los últimos 1.500 viernes de tu vida, todo lo que puede torcerse, romperse o complicarse, lo lleva haciendo desde primera hora de la mañana. Murphy no perdona, y te pasas el día como cuando jugabas al Tetris y se te acumulaban tantas piezas que solo podías apartarlas a manotazos con la esperanza de que alguna cayera milagrosamente bien y te diera un pequeño respiro. La clave es llegar a las tres antes de que apareciera la fatídica pantalla del Game Over. Y todo indicaba que lo iba a conseguir.

Tres minutos para las tres y de mi teclado sale humo de la velocidad a la que envío los últimos correos. El que tengan más faltas ortográficas que el de un negacionista del diccionario me importa un bledo, solo quiero cerrar el viernes y rezar para que el lunes sea otro día. Dos minutos y voy encendiendo la tele para dejar pasar los títulos de crédito. Ya huelo al demogorgon. Entra un mail, lo leo en diagonal. Un whatsapp, ni lo leo. Mando un teams, ni me leen. Un minuto y ya, libre. Están acabando los títulos de crédito y once aparece en medio de una carretera solitaria acompañada de una amenazante tormenta de fondo. Lo pauso, respondo automáticamente a un mail y programo una cita sin hueco. 35, 34, 33, 32, la hora se acerca peligrosamente y tan solo me queda dar el ok a un logo. Ok. 25, 24, 23 un poco mas… y en los dos patitos, dzron drzon, drdori, drzon drzon… Rocío, compañera y amiga, y no por ese orden me llama por teams. Pfff, la tengo que coger…

Mi sonrisa no encuentra igual al otro lado de la pantalla. –Jose cariño– siempre me llama así, –tenemos un problema-. Por que pluraliza? me pregunto. Yo no tengo ningún problema, pero me da el pálpito de que en breve va a ser así. Miro el reloj. Pasa un minuto de las tres de la tarde. Primer plano de once congelada en la pantalla. Los macarrones en el microondas. Mierda. –Cueeentame-, respondo arrastrando en exceso la primera e. Silencio y desaparece tras el fondo decorativo de teams. Pasan un par de segundos –Rocío-, pregunto. Susurros de fondo. –Rocio?-, insisto. Silencio de fondo. –Estás ahí?-, elevo la voz ya con medio tono de preocupación. Y con esa mitosis visual que proporcionan los fondos de teams a las cabezas en movimiento, aparece Clara, su jefa, compañera y amiga por ese orden. Con fingida simpatía me pregunta que qué tal, y sin darme tiempo a responder, me cuenta…

viernes

Foto Original:

Cartel película «Atraco a las tres»

1962

Jose María Forqué

Perdona la hora– me dice educada, –pero como te ha dicho Rocío tenemos una gran oportunidad-. Rocio lo había catalogado como problema, pero la dejo seguir. –Mahler-, me suelta sin miramientos, –quiere trabajar con nosotros-. Pausa dramática. Para mí que ese nombre tan solo me remite al del creador de la famosa sinfonía número 2 en Do menor, solo me arranca un inapetente ahá. –Bueno…-, se sincera, –en realidad somos nosotros los que queremos trabajar con ellos, pero nos ha ofrecido la posibilidad, y claro…-, y llena su silencio con una gesticulación afirmativa de cabeza y un alzado de cejas.Cómo lo ves?– pregunta impaciente. –El qué?– respondo paciente. –Pues eso, lo de trabajar con uno de los principales grupos mundiales en el campo de la aeroingeniería termonutricional-. –Bien, bien, claro– respondo educado. Y cierro con un abiertoY…?– –Y…– continua –que nos ha pedido un plan de sostenibilidad completo paras los próximos cinco años con campaña, redes sociales acciones de p&r, relato corporativo, plan de comunicación interna y externa… y aquí es donde está el problemaahora si lo cataloga de problema que presentamos el jueves-. Mi mandíbula se precipita al vació en caída libre mientras ella sigue hablando y hablando y hablando… Te suena?

El cartel de este post es atraco a la tres, y la historia que la abre es tan ficticio y guionizado como cualquier otra película de Forqué. Pero mi respuesta hubiera sido más de Berlanga, pues hubiera empezado Placido y hubiera acabado con los Jueves Milagro. Y aunque es real que no es real, a lo largo de mi vida laboral me he encontrado con infinidad de imposibles similares. Me refiero literalmente al hecho de que en los tiempos que corren sufrimos un grave problema con los tiempos, porque tenemos la manía de confundir rapidez con velocidad. Como no quiero entrar en conceptos de física de 6 de EGB, tan solo cuento que por rapidez se entiende el movimiento sin tomar en cuenta la dirección del mismo, y por velocidad, el cambio de posición de un objeto en un tiempo y dirección determinado. El famoso aX=Xf-Xi/f*7Ts2, que me acabo de inventar pero que me ha quedado muy creíble. Vamos que ir rápido es como cuando en la granja de los pitufos aparecía Gargamel y todos salían corriendo sin saber muy bien hacia donde, y que ir deprisa es como la tortuga del cuento de la liebre que más allá de la velocidad, cada paso le acerca más a su destino.

A mí siempre me han dicho que laboralmente soy muy rápido y yo siempre digo que no, que lo que soy es veloz. Coyote era rápido, Correcaminos era veloz. Yo soy creativo, pero como decía Carl Lewis en el anuncio de de Pirelli de los 90, la potencia sin control no sirve de nada. Por eso he añadido el calificativo estratégico a mi cargo. Tener una idea es sencillo, lo difícil es que funcione. Y para eso se necesita tiempo. Ni mucho ni poco, solo el necesario. Pero el tiempo se encuentra en una dimensión cualitativa pero también cuantitativa. Porque no es lo mismo cuatro horas de un jueves de diez a dos, que un sábado de cuatro a ocho. Para lo bueno, y para lo malo.

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Ya sabemos que el tiempo es la cuarta dimensión, y aunque la física confirme su existencia, hay personas empeñadas en no percibirla ni en un sentido ni en otro. Los hay que gastan tanto tiempo en timings, retrotimings y antitimings que apenas dejan nada para el time to do. Luego están los que creen que el tiempo es como un chicle que se puede estirar y comprimir. Y por supuesto los profesionales de perderlo que pretende ganarlo presionando a los demás. Yo que para esto del tiempo soy muy serio, creo que todo ha de tener el suyo. Igual que un brief adecuado, un plazo adecuado produce resultados adecuados, y por adecuado repito que ni mucho ni poco, solo el necesario.

Esto de los atracos a las tres no es nada nuevo. En esos tiempos anteriores a los códigos éticos, los planes de conciliación y los compromisos de desconexión, yo era cliente. Por aquel entonces los concursos lanzados el 28 de julio, las solicitudes peregrinas a las ocho de la tarde o los briefings sorpresa a las tres de un viernes, estaban a la orden del día. -Para eso les pagamos-, me decían siempre como única explicación. Y luego nos quejábamos de que el resultado no estaba a la altura. Ahora que estoy al otro lado de la mesa sigo pensando lo mismo. Para muchos clientes, eso de dar tiempo al tiempo y a las personas son bonitas frases para engalanar con carteles sus salas de reuniones. Al igual que en el hambre de Dellafuente manda él, en mi tiempo mando yo, por lo que no quiero que nadie me lo chulee.

La vida me ha enseñado que quien no tiene respeto por su tiempo, no lo tiene por el de los demás. Por eso no me gusta la gente que siempre dice que no tiene tiempo para nada ni para nadie, y mucho menos los que presumen de ello. El día tiene 24 horas para todos, y ese es el tiempo que tenemos al día cada uno. Prefiero a los que han aprendido a gestionarlo porque también han aprendido a respetar el de los demás. Me gusta ser dueño de mi tiempo, lo cual no significa que yo elija dedicar un fin de semana o media noche en sacar adelante una propuesta importante, excitante o arriesgada. Y una vez sacado pecho, he de decir que nunca se me olvidará una frase que una vez me dijo mi amiga Angélica de que Jose nunca te dejará tirado. Y es que es verdad. Así que por suerte o por desgracia, no me cabe duda que seguiré dando el diiiime a todas las Rocios que se me sigan cruzando por mi vida. Y es que esto de ser mi peor enemigo tampoco es tan malo, porque me permite ganar grandes amigos. Y que siga…

Porque esto es misterhello y estamos para eso, para hablar de comunicación interna de una forma diferente. ¿Hablamos?

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