BASADO EN HECHOS REALES
CCL | SI SABES LO QUE TE VOY A RESPONDER, PA QUÉ ME INVITAS?

Jose Manuel Hernando
Director Creativo ATREVIA
La pandemia vino sin preguntar, y para saber si la gente quería o debía volver a la oficina, no se nos ocurre otra cosa más que preguntar. Y claro, la réplica fue obvia. No, no voy a hablar sobre la respuesta de muchas compañías a esta respuesta, sino de reflexionar sobre si preguntar está sobradamente sobrevalorado, o si realmente el consensuar es lo que debe marcar el ritmo de los nuevos tiempos. Se promete post ácido. Veamos. Leamos…
Ahora se lleva lo guay y el ser guay. Aunque se piense, hoy nadie en su sano juicio manifiesta que lo de la sostenibilidad es cosa de perroflautas progres, que las mujeres son más débiles y por tanto inferiores, que solo hay una orientación sexual lógica y respetable, o que los animales no sufren y que si lo hacen nos da igual. Y para ser el más guay de los guays y que no nos metan en el saco de los no guays, nos lanzamos a abrazar todo tipo de causas animales, vegetales o minerales para serlo, y parecerlo. El buenrollismo nos invade y apuntamos a todo, hasta que un día nos sorprendemos defendiendo a las ballenas sin tener muy claro por qué abogamos por ellas y no por las focas, las alpacas o los cachalotes. Como leí en un meme, si tuviéramos una pandemia zombie surgirían asociaciones pro derechos de los infectados. Y si no, al tiempo…
No cabe duda que las compañías y las personas lo hemos pasado mal en la pandemia. Los que hemos tenido el privilegio de teletrabajar nos hemos acomodado en nuestros hogares y aunque cada vez menos, lo de la vuelta a la oficina se nos hace muy cuesta arriba. Y presas del buenrollismo se ha preguntado, y se ha respondido, y la respuesta no ha sorprendido ni a propios ni a extraños; “pues hombre, si hay que volver se vuelve, pero ya que preguntas, mejor que no, no?” Y qué esperabámos? Un; “sí por favor no aguanto más este enclaustramiento”, “hecho de menos las dos horas de metro diarias”, o “lo de comer en la mesa de trabajo me pone todo…” Y claro como no ha gustado lo que han escuchado, las unas han aceptado a regañadientes modelos formato “ni para ti ni para mi”, y las otras han hecho oídos sordos y acogiéndose al famoso artículo 33, han mandado a todos de vuelta. Y de ahí viene el título del post, si ya sabes cómo me pongo, pa qué me invitas…
Pensamos que las personas son la respuesta y por eso les preguntamos todo; cómo están, qué quieren, cuáles son sus preferencias, por qué hacen esto y no lo otro, quién les influye más, cuándo les viene mejor, con cebolla o sin ella… Recuerdo que hace unos posts reflexionaba sobre si la juventud actual es distinta a la nuestra, y la conclusión a la que llegué es que con ligeras diferencias somos los mismos, solo que a ellos ahora se les pregunta. Y es verdad. En aquellos tiempos salvo en la cafetería para saber si quería la leche caliente o templada, a mi nadie me preguntaba. Si lo hubieran hecho casi con toda seguridad hubiera dicho cosas similares a las de los jóvenes de hoy; “quiero un trabajo donde poder desarrollarme más allá del crecimiento vegetativo…”, “con un mando que además de mandar me inspire…”, “preferiblemente con conciencia social…”, “en la que me lo pase bien y tenga flexibilidad horaria…” bueno y por supuesto “en la que pueda ganar mucho y trabajar poco…” Ahora como se ha preguntado y se supone que hay que responder a la respuesta, andan todas las empresas como pollos sin cabeza lanzando cantos de sirena a sus plantillas presentes o futuras.

Foto Original:
Cartel película «Haz lo que debas»
1989
Spike Lee
Preguntar es muy peligroso. Decía Jose Antonio Marina que poco pelo tiene pero de tonto ninguno, que los votos habría que pesarlos en vez de contarlos, y razón tampoco le falta. Si le dices a la gente que opine, la gente opina, y luego pasan cosas como las del Brexit, lo de Trump o lo de ese grupo político con nombre de diccionario. La comunicación y más en estos tiempos de populismos, moralismos y fakenews es un arma muy poderosa. Hace unos meses escribí un post sobre la ventana de overton una curiosa teoría según la cual la comunicación es capaz de transformar en políticamente correcto algo tan reprobable como la pedeastría o el canibalismo. Suena a fantasía pero cuando analizas el mundo actual y algunas derivas que está tomando, te das cuenta que no es tanta locura. Ahí lo dejo.
Ojo, no estoy cuestionando los sistemas democráticos, el sufragio universal o el derecho al libre albedrío, solo digo que igual preguntar, no es siempre lo más conveniente. Si preguntas a un chaval si prefiere ir a clase o a la discoteca te responderá que le da igual, pero mejor donde sirvan copas. Si preguntas a un profesional cuántas horas debería trabajar a la semana te responderá que le da igual, pero mejor los dos patitos que los tres mosqueteros. Y hablando de preguntas, hazte una, cuál es el país con mayor éxito económico del mundo? Efectivamente, China. Vale, es un ejemplo desafortunado por lo que tiene de ignorar menudencias como los derechos humanos o la ley de protección intelectual. Pero es innegable el mérito de haber pasado del cero al infinito en unas pocas décadas, aunque el precio que haya pagado desde nuestra visión occidental nos parezca muy caro. Pero sí me sirve para reflexionar sobre si hay decisiones que no se deben tomar de forma consensuada.
Inquieto por esta reflexión, empecé a leer artículos sobre la sobrevaloración que se da a los sistemas de decisión democráticos, hasta que topé con uno que me ha llamó especialmente la atención y que se resume en su titular; “la dictadura está de moda”. Sí, así, sin paños calientes. Es un estudio sobre educación cívica y ciudadana que se publicó en la web del Ministerio de Educación y Formación Profesional hace un par de años, según el cual el 69% de los estudiantes entrevistados admitian la dictadura como un sistema aceptable, siempre y cuando garantice el orden y al seguridad. Este dato me preocupa, porque me demuestra que la gente está dispuesta a ceder parte de su libertad a cambio de una supuesta seguridad, y explica muchos de los fenómenos ideológicos que estamos viviendo en las últimas décadas. Y lo dejo ahí.

Me pierdo porque en estas cosas como en muchos casos cosas no tengo una opinión muy elaborada, y la creo a medida que leo, pienso y escribo. Y como además estoy tocando temas delicados que se alejan un poco de la línea blanca característica del blog, voy a cambiar de tercio. Así que voy a retomar la ola guay buenrollista y hablar de fútbol, porque mientras escribo esto me atrona la final de la Champion en la televisión de mis vecinos en modo Barón Rojo; a volumen brutal. Hace muchos pocos conocí a un fan loco del Málaga que como creía que su presencia afectaba negativamente a su equipo, escuchaba el partido en un viejo transistor dando vueltas al campo. Me recordó algo que leí hace tiempo de la gente que va al tenis y se pasa todo el encuentro mirando el marcador. Y entonces lo entendí, las personas no disfrutan con el partido sino con el resultado. A veces votar no es lo que ganas sino solo el hecho de ganar, o tal vez, por el placer de que otros pierdan.
Al pueblo pan y circo que decía Nerón y me vuelvo intencionadamente a ir del tema. Pero volviendo a esto de la gente que trabaja y del trabajo de la gente, quiero hablar de lo de escuchar y el sentirse escuchado. Porque sí, en las compañías escuchar es importante y sentirse escuchado más. Pero de ahí a someter al criterio popular decisiones tan importantes y vitales como teletrabajar, hacerlo en híbrido o solo en presencial, es otro cantar. Por qué? pues porque somos manipulables. Muy manipulables. Frank Underwood, el protagonista de House of Cards, dice que las elecciones son un mero formalismo para el poder real que está mucho más arriba. Sinceramente, la habilidad para manipular la realidad y la opinión me hace cuestionarme seriamente lo de que la mayoría, siempre tiene razón.
Y cierro post porque toca y porque creo que me toca pronunciarme. Bueno, creo que ya lo he hecho, y es que tengo mi propia opinión sobre la opinión. Me he pasado muchos años de mi vida “moldeando” resultados de encuestas de clima o compromiso o satisfacción, para ofrecer un informe de resultados aceptable. Y también haciendo campañas para motivar a las personas a pensar lo que yo creía que debían pensar. Y he de reconocer que en ambos casos nunca me he sentido mal haciéndolo. Igual cuando deje de vivir de esto, igual lo cuento con más detalle, pero de momento lo dejo en suspenso. Solo decir que el que ahora se lleve lo de la verdad y lo verdadero, no significa que el camino para llegar sea preguntar constantemente. La verdad es que la verdad es un concepto extraordinariamente relativo y depende mucho de mucho. Me quiero ir a cenar y por eso me salgo por peteneras con la básica idea de que preguntar no siempre es la respuesta, y de que si no vas a responder, no preguntas. Y que así a lo tonto llevo 250 post, y eso sí que no es opinable. Mola, no?
Porque esto es misterhello y estamos para eso, para hablar de comunicación interna de una forma diferente. ¿Hablamos?